Por: Maria Camila Gonzalez Mosquera

La popular fiesta de Halloween, con sus disfraces y dulces, es el resultado de una rica historia que se extiende por más de dos milenios, desde rituales celtas ancestrales hasta su actual alcance mundial.

La celebración que hoy conocemos como Halloween tiene sus raíces hace más de 2.000 años en la antigua Europa. Los pueblos celtas de Irlanda, Escocia y el norte de Francia conmemoraban el festival de Samhain la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre. Esta festividad marcaba el fin de la cosecha y el advenimiento del invierno, creyendo que en esa transición los espíritus de los difuntos regresaban al mundo de los vivos.

Los celtas encendían hogueras y usaban máscaras para ahuyentar a los malos espíritus, además de ofrecer comida a las almas errantes. Siglos más tarde, la Iglesia católica, con Papas como Gregorio III, adaptó estas celebraciones paganas. Estableció el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, transformando la víspera en "All Hallows' Eve", que eventualmente se acortaría a Halloween.

Esta amalgama de tradiciones viajó al Nuevo Mundo a mediados del siglo XIX con los inmigrantes irlandeses y escoceses. Llegaron a ciudades como Nueva York y Boston, llevando consigo costumbres como el tallado de nabos y calabazas, inspiradas en leyendas como la de Jack el Tacaño. Allí, las prácticas europeas se fusionaron con influencias afrocaribeñas y vudú, enriqueciendo la festividad.

Durante el siglo XX, Halloween se consolidó en Estados Unidos como una fiesta masiva, especialmente para los niños, popularizando el 'dulce o truco'. Esta evolución de un ritual ancestral a una celebración global demuestra la capacidad de las culturas para adaptarse y reinterpretar sus tradiciones. Hoy, Halloween es un crisol de historia y modernidad, celebrando la memoria y la comunidad en todo el mundo.